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Temas de Intrés

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Playa Brístol

La Playa Bristol es un famoso balneario argentino ubicado frente al centro urbano de la ciudad de Mar del Plata. Originalmente la playa no era más que un saladero, junto con un pequeño puerto.

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Playa Brístol

La Playa Bristol es una de las más populares de Mar del Plata, debido principalmente a su cercanía al centro comercial de la ciudad. Su nombre se debe al Hotel Bristol, un hotel lujoso inaugurado en 1888, que albergó a los bañistas más ilustres de Buenos Aires y todo el país.

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A mediados del 1800, Patricio Peralta Ramos, comerciante y estanciero argentino, empieza a lotear terrenos, formando un pequeño núcleo urbano, que dará comienzo a la ciudad. Con la llegada del tren en 1886, la misma comenzó a atraer a varias familias como centro turístico, para pasar el verano.

Sin embargo es recién en 1888, con la inauguración del Hotel Bristol, un lujoso edificio de tres pisos en forma de E, que la ciudad adquiere gran renombre volviéndose el sitio preferido de la burguesía y los hombres más ilustres de Buenos Aires y todo el país. Con el hotel se abrieron también las primeras ramblas de madera y pronto las mujeres y los hombres más adinerados de Argentina quisieron concurrir a la “Playa del Bristol"

En 1907 Mar del Plata es declarada ciudad, y con la construcciones de varias residencias lujosas y la donación del Torreón del Monje por parte de Ernesto Tornquist en 1904, la playa adopta el apodo de el “Biarritz Argentino”.

En 1913 se levanta la famosa Rambla Bristol de mampostería con diseño belga, estilizada con balaustradas, estatuas y ornamentos de tipo grecorromano.

 

Es en esa rambla donde se paseaba la poeta argentina Alfonsina Storni, antes de internarse en el Océano Atlántico para no volver a ser vista.

 

Finalmente es también en 1913 cuando se inician las construcciones del nuevo muelle.

En 1939 la Rambla es demolida, mientras que comienza la construcción del Casino, el paseo tal cual como se conoce actualmente y el Hotel Provincial. En esta época, la playa se transforma

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en un símbolo de la nueva política social, cuando la misma fue visitada por trabajadores de la naciente clase media y de la clase baja.

La ciudad pasó a ser apodada “La Feliz”, nombre que subsiste hasta ahora, mientras que rápidamente la mayoría de los hoteles son vendidos a gremios y sindicatos, y nace la ley de propiedad horizontal, la cual permite adquirir departamentos de uno o dos ambientes a precios económicos, por lo que muchos de los viejos chalets son derribados y en su lugar se construyen nuevos edificios de varios pisos.

 

Esto hizo que el turismo en la playa llegara a cifras inalcanzables hasta ese momento.

A partir de los años 1970 la ciudad crece enormemente, superando el medio millón de habitantes.

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En la actualidad la Playa Bristol ha sido “adoptada” por la clase media y baja, por su proximidad al centro y a los grandes hoteles como por su infraestructura, mientras que las clases más adineradas se han trasladado a playas más apartadas en la parte sur de la ciudad.

Las ramblas

Estas son todas las ramblas que se encontraron en la Playa Bristol:

  • 1880-1890: Primera Rambla. Con la inauguración del Bristol Hotel, la gran cantidad de casillas de madera levantadas sobre la playa por pescadores habían comenzado a unirse mediante una plataforma cubierta de toldos. Este fue el origen de la primitiva Rambla de madera, primera de Mar del Plata. El paseo tenía unos tres metros de ancho y estaba apoyado directamente sobre la arena. Sería destruido por un temporal en 1890.

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Se construyó en 2 meses y 5 días y medía 100 m de largo por 40 de ancho. Tenía 4 pabellones, uno en cada extremo sobre la calle y 2 sobre la Rambla.

 

Una galería circundaba el conjunto, tanto sobre la calle, como sobre la Rambla y el flanco sur.

 

La que miraba al mar, se prolongaba en una pérgola extendida sobre la rambla propiamente dicha que servía de sostén a toldos corredizos.

 

A este primer núcleo levantado rápidamente se agregaron más pabellones y balnearios, tanto al sur como hacia el norte y la rambla

  • 1913-1939: Rambla Bristol. Ubicada ligeramente al este del actual complejo Rambla Casino-Provincial, la Rambla Bristol, símbolo de la Belle Époque, fue inaugurada el 19 de enero de 1913 obra del arquitecto Luis Jamin y de la firma Castello y Picqueres.

  • 1939-actualidad: Rambla Casino. En 1938 es aprobado el proyecto elevado por Alejandro Bustillo de urbanización de la playa Bristol comprendiendo la construcción del edificio del Casino Central y el del Hotel Provincial, balnearios, playas de estacionamiento y rambla frente al hotel y casino. 

  • 1890-1905: Rambla Pellegrini. Luego de la destrucción de la rambla original, el entonces Presidente de la República Carlos Pellegrini, asiduo visitante del balneario, organizó en Buenos Aires una suscripción de donaciones para construir una nueva rambla y casillas.

La rambla fue levantada con planos del ingeniero Julio Figueroa e imitaba las construcciones del Far West. Tenía un largo de 250 metros y en la parte más alejada del mar se alineaban las casillas para las necesidades de los bañistas concebidas por entendidos como John Wright. En la parte delantera, frente al mar, se extendía un paseo con sofisticados locales comerciales.

 

Para evitar los temporales costeros y las consecuentes crecidas del mar, esta rambla fue sustentada con pilotes de madera a 4 metros de altura. para evitar la crecida del mar.

En 1905, un voraz incendio destruyó casi todo el paseo y la mayoría de los balnearios allí ubicados.​

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  • 1905-1913: Rambla Lasalle. Esta rambla fue levantada luego del incendio de la Rambla Pellegrini por iniciativa y cuenta de José Lasalle, importante empresario dedicado a los juegos de azar, especialmente la ruleta.

llegó a tener unos 400 metros. Muy acorde con la idea de progreso que caracterizó la época, la Rambla Lasalle incluía servicios muy modernos, como balnearios con agua de mar fría y caliente, locales comerciales, residencias privadas, pista de patinaje, cine, confitería y salón de diversiones con máquinas para juegos.

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Luis Agote, autor de la sede del Club Mar del Plata fue su director técnico.

La parte abierta al público, era una sucesión de locales a modo de cinta, de unos 400 m de longitud dividida en tres secciones: una mayor (central) y dos laterales separadas entre sí por dos escalinatas de 40 m de ancho cada una, que marcaban claramente los dos niveles del edificio.

 

La terraza que daba al mar, a la que se abría la galería sobre columnas apareadas y el pórtico que daba a la ciudad con arcadas sostenidas por pilares con un primer piso sobre ellas recordaban muchas calles del París finisecular, en especial de la Rue Rívoli, por lo que también fue conocida como Rambla Francesa.

 

A ambos lados de las escalinatas había cuatro cúpulas, dos que miraban al mar y dos en franco opuesto.

 

Su proximidad con el mar y el constante embate de las olas fue la principal causa de su efímera vida.

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El conjunto de la Rambla Casino está formado por dos grandes edificios gemelos, de un estilo ecléctico, aunque con reminicencias neoclásicas francesas (estilo Luis XIII), con frentes revestidos en piedra Mar del Plata, ladrillo visto y mansardas en pizarra francesa.

 

Entre ambos se desarrolla una plaza seca, la plaza Guillermo Brown, que ostenta una estatua del almirante homónimo.

 

Esta plaza se abre al mar en una amplia escalinata de piedra, flanqueada por dos famosas esculturas de dos lobos marinos, tallados por José Fioravanti, transformados con los años en íconos de la ciudad.

Apta para todo público

A fines de la década del ´40 comenzó la llegada masiva de turistas a la ciudad. Ya no era un destino solo accesible para la aristocracia local sino que también era el lugar elegido por las clases medias y obreras para pasar sus vacaciones a partir de políticas sociales que estimulaban estos beneficios y la apertura de numerosos hoteles sindicales. 

Además, comenzaba la expansión edilicia de la ciudad con la construcción de edificios de gran altura que albergaban departamentos pensados para los veraneantes.

 

Todo ese cambio conceptual, y de movilidad social, trasladó a los sectores más acomodados hacia Playa Grande, siendo la Bristol, el lugar escogido, debido a la cercanía con los hospedajes populares, por los turistas menos adinerados.

 

La Bristol se convirtió en un espacio visitado por millones y su rambla en el paseo más popular de la ciudad. "A fines de los ´50, la rambla Bristol se afianza como pasarela de las costumbres que rigen la vida cotidiana durante el tiempo del ocio

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En la actualidad

Algo, bastante, de aquella mística, sobrevive. Allí está la Bristol recortada sobre el Atlántico. La de siempre. Esa porción de arenas populosas que es un microcosmos, un universo de reglas propias. El bullicio estridente se confunde con la rompiente del mar. Cada tanto, saca de contexto el ronroneo de un helicóptero de la Prefectura o las hélices de las avionetas que llevan colgando el letrero con la promoción de un shopping o un espectáculo teatral. 

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Las promotoras de cremas para la piel reparten sus muestras gratuitas hasta que la multitud genera tanto alboroto que deben retirarse. Muchos se quedan sin el premio. Comienzan los silbidos. La cosa no pasa a mayores. Estrategias para pasar las horas. Esas horas que se matizan con el mate, la vianda con la comida casera para acotar presupuestos, la merienda con esas facturas que "son más ricas por el sabor del agua de la costa", según reza la leyenda popular.

Tejo, cartas, libros de autoayuda o novelas románticas compradas en las librerías de usados de la peatonal. Cumbia y reggaetón. El hervidero de clima festivo. Pocas carpas privadas. Sombrilla al hombro o lonas multicolores. El toilette es público y funciona con módicas tarifas a modo de contribución. Allí, en el baño y con costo adicional, también se puede llenar el termo con agua potable caliente para el mate. 

Familias con chicos que se entretienen con los eternos palitas y baldes hasta que imparten la orden suprema a sus padres: "Vamos al agua". Y ahí van los mayores acompañándolos como parte del plan ineludible que luego se completará con la foto con la Pantera Rosa y el paseo en el Trencito de la Alegría que sale de la vecina Plaza Colón.

En la playa, la selfie está a la orden del día, aunque aún sobrevive algún fotógrafo profesional en un acto de resistencia y recuperación de un ayer. El paraíso debe ser mostrado. Un poco de alarde con la cuñada no viene mal. Las chicas veinteañeras se pasean en bikini y aportan la cuota de sensualidad. Una sensualidad no erótica, digna de todo verano. Una pareja de muchachos, de músculos importantes, abdominales tallados, piel bronceada y sungas minúsculas, se toma de la mano para internarse en el mar.

Así es la Bristol. Democrática. Compartida. De hacinamiento consensuado y normas propias. De arenas gruesas para sostener castillitos tan sólidos como los de Bustillo. Revalidada en sus códigos cada año. Desde aquella Belle Epoque hasta hoy. Eterna. Será por eso que es la playa que atraviesa y cuenta la historia del país.

Por: Pablo Mascareño

vacacional. Desfile de gentío. Multitudes y soledades. 

Todos encuentran un lugar en la arena y todos sienten que están en el mundo. Las clases medias ya son dueñas del balneario y las obreras preparan su conquista de la mano del turismo social y la hotelería sindical", explica la investigadora y docente Elisa Pastoriza en Un mar de memoria, historias e imágenes de Mar del Plata.

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Los locales gastronómicos que rodeaban a la playa se caracterizaban por ofrecer picadas en platitos. Un clásico. Una propuesta típica estaba conformada por casi treinta platitos con mariscos y fiambres. 

 

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En el extremo norte, se ubicaba la confitería La París, reducto en el que, por las noches, se presentaban cantantes y orquestas de primer nivel. Justo a la vuelta del casino. Y a pocos metros de las casas de empeño. La timba, el espectáculo, la mesa opípara y la playa, receta síntesis de la ciudad.

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También existían los locales que ofrecían souvenirs alegóricos realizados con caracoles y la inscripción "Recuerdo de La Feliz". Infaltable, en las vitrinas, la Virgen del Tiempo que cambiaba de color anunciando sol o tormentas.

 

Eran tiempos donde no faltaban, desde ya, las sucursales de las casas de alfajores. 

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De ella se trata. De esa bahía que abraza al Mar Argentino y que es el rincón más transitado de Mar del Plata. Bulliciosa, con reglas propias. Mansa y brava. De clima familiar y festivo. Acá la moda no cuenta, un verano es igual al anterior, al menos en términos de atuendos, gastronomía y horarios. Cumbia estridente, palmas compartidas para encontrar a los niños perdidos, guardavidas que toman mate con los turistas y un mar que no se le niega a nadie, aún cuando la bandera roja izada alerta sobre la bravura del Atlántico. La Bristol es la playa de sistema democrático en la que los cuerpos no son observados. Aquí, la dictadura del qué dirán fue abolida.

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