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Foto del escritorReinaldo Cernadas

Gran Hotel Villavicencio

El Gran Hotel Villavicencio fue un complejo turístico ubicado en la actual Reserva natural Villavicencio, en el departamento Las Heras, provincia de Mendoza, en Argentina. Fue inaugurado en 1940 y funcionó hasta el año 1979, cerrando sus puertas luego del Mundial de Fútbol de 1978. El edificio tiene estilo europeo y una arquitectura alpina normanda y se encuentra a 1750 metros sobre el nivel del mar.

La historia del lugar se remonta a la fundación de Mendoza. En el año 1500, se crea la estancia de Canota por medio del registro de propiedad N° 1, en una zona que tenía un gran potencial para el desarrollo de la minería y la ganadería.

Los primeros en ocupar el lugar fueron los Jesuitas, quienes construyeron hornillos para la fundición de oro y plata, los que eran trasladados por medio de mulas a Chile desde las Minas de Paramillos.


En 1680, el capitán canario Joseph Villavicencio se instala en el lugar y descubre minas de oro y plata a unos 12 kilómetros de la actual ubicación del hotel.

Villavicencio fue uno de los capitanes que acompañó a Pedro del Castillo durante la fundación de Mendoza.

Entre 1561 y 1891, Villavicencio fue la principal ruta de comunicación entre Buenos Aires y Santiago de Chile.


Existía entonces en el lugar una precaria casa o posta que hacía 1810 ofrecía a los viajeros un refugio pese a las escasas comodidades.


En 1835, el naturalista inglés Charles Darwin descansó en Villavicencio por dos días durante uno de sus viajes.


Villavicencio, un manantial eterno

Por Pablo Etchevers

Eran apenas las 8 de la mañana cuando nos avisaron desde la recepción del hotel que Julieta, la guía de la empresa Kahuak, nos estaba esperando en la puerta para realizar la excursión a la Reserva Natural Villavicencio, ubicada a unos 60 kilómetros de la capital de Mendoza.


En los primeros kilómetros se recorre gran parte del centro del departamento de Las Heras. Allí estuvo instalada la primera fábrica de Villavicencio, la empresa mendocina famosa por su producción de agua mineral.

Observamos que en ciertas esquinas aún se encuentran antiguas bocas de expendio en las que, años atrás, los mendocinos llenaban sus baldes de agua en forma gratuita.


Dejamos atrás la ciudad e ingresamos en la antigua ruta 7 –hoy, provincial 52– que conduce hacia Chile.


El camino tiene una mística especial, que uno siente con elocuencia al pasar por el Monumento Canota, sitio en el que el general José de San Martín decidió partir en dos su ejército para atacar el país trasandino.

La primera sección, a cargo del general Juan Las Heras, cruzó los Andes por el sur, mientras que San Martín comandó la columna más importante, que atravesaría la cordillera por San Juan.


La escenografía cambió rapidamente. El desierto comenzaba a transformarse en una zona boscosa con muchos tonos verdes. También cambió nuestro paso, ya que ingresamos en la precordillera y sus quebradas. No había dudas: estábamos dentro de la Reserva Natural Villavicencio.


Se trata de un espacio de 70 mil hectáreas ubicado entre cerros que van desde los 900 hasta los 3.200 metros de altura. La reserva, declarada como tal en el año 2000, presenta una increíble variedad de flora y fauna, reproducidos en gigantografías dentro de la oficina del guardaparques.

De hecho, casi a modo de muestra viviente, nuestro paseo es saludado en reiteradas ocasiones por numerosos guanacos.


El viaje continúa por caminos de cornisa, antiguos senderos construidos a pie por los indios huarpes y por los incas, asiduos transeúntes de la cordillera de los Andes.


De esta forma, alcanzamos el mirador Los Caracoles, que se encuentra a 2.200 metros y permite apreciar las montañas, sus senderos, vegetación y, allí abajo, las tejas del Hotel Villavicencio, hacia donde nos dirigimos, previa y obligada foto panorámica.

En el descenso del mirador, encontramos el Hotel Villavicencio, que abrió sus puertas en 1940 y las cerró en 1978, y al que las familias acomodadas del país y del extranjero acudían para pasar una temporada y disfrutar de las aguas termales y sus propiedades curativas.

Para reservar una habitación en el hotel, había que llamar hasta con un año de anticipación. Allí se alojó el seleccionado de Alemania para disputar el mundial que se jugó en Argentina.


La construcción conserva intactos su fachada, galerías y balcones. En uno de sus jardines una manguera le regala a los visitantes agua que desciende directamente de la alta montaña.


Por supuesto, nadie se resiste a beber el cristalino líquido. Luego, caminamos por un pequeño sendero cuesta arriba hacia una capilla que servía para que los residentes del hotel celebraran misa cada domingo.

Claro que, como en toda gran excursión, el momento del relax no puede faltar. Para ello, tenemos una parada obligada. El sitio en el que antaño se elaboraban todas las comidas para los moradores del hotel se ha convertido en un bar de campo que ofrece –como no podía ser de otra forma– los mejores vinos mendocinos y la especialidad de la casa: unos sándwiches imperdibles de jamón crudo.


Luego de un almuerzo campestre regado con un Malbec, nuestro contingente emprendió la vuelta a la capital mendocina. Nuevamente tomamos la vieja ruta que conducía a Chile, ahora en la dirección contraria.

Nuestra guía nos pidió que volviéramos nuestras cabezas hacia la reserva que, de a poco, dejábamos atrás. Un cielo gris plomizo se apoderó de las cumbres de los cerros y Julieta, nuestra guía, sin dudar nos advirtió que en la reserva, como sucede la mayoría de las tardes, estaba lloviendo.


LAS RUINAS DE CANOTA

Ubicado en el kilómetro 36 de la RP 52 se localiza este monumento que está prácticamente en ruinas, del cual se conservan tan sólo los murallones que simbolizaron el momento en que el General San Martín divide sus tropas para emprender el cruce de los Andes.


Un 18 de enero de 1817 salen más de 5000 hombres que toman este camino

de Villavicencio hasta llegar a la Estancia de Canota que está ubicada en un extenso piedemonte que permite tener una fantástica vista de la Precordillera.

Fue aquí donde el General Las Heras junto al Batallón N° 11 se dirigió hacia el camino de Uspallata, teniendo como objetivo cruzar hasta el pueblo chileno de Los Andes.


El grueso del Ejército siguió al General San Martín para cruzar por el Paso de los Patos, tomar por sorpresa a los realistas e

invadir el territorio chileno. Si bien hoy este monumento está bastante descuidado, merece una parada en el camino para rememorar esta gesta que aun sigue asombrando a quienes en el afan de emular a nuestro general, se atreven a cruzar la cordillera y seguir sus pasos.


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