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Foto del escritorReinaldo Cernadas

Potrerillos

Pensada desde su origen como una villa de verano, Potrerillos es hoy una de las localidades más interesantes para el turismo que tiene la provincia de Mendoza, a tan solo 70 kilómetros de la capital provincial.

El espejo de agua que lleva el mismo nombre que la villa posee una superficie cercana a las 1.500 hectáreas y tiene un recorrido de 14 kilómetros de largo y casi 3 kilómetros de ancho, que sirven para dar lugar a distintos prestadores turísticos y actividades, entre las que se destacan el rafting, la pesca deportiva de truchas y pejerreyes, el camping y un gran número de actividades al aire libre ideales para toda la familia.

Alrededor del dique Potrerillos, diversos son los emprendimientos turísticos y de alojamiento que tientan a descubrir, ya sea en hoteles, hosterías o cabañas, la belleza y la armonía de esta región mendocina, donde las altas montañas, el valle y los ríos Blanco y Mendoza incitan al visitante a prolongar siempre su estadía.


En sus inicios, Potrerillos fue el lugar elegido por varias familias mendocinas para encontrar la relajación y construyeran algunas casas de fin de semana. Junto a estos primeros pasos turísticos se instaló el Gran Hotel Potrerillos, que por su estilo arquitectónico logró dar que hablar a toda la provincia, además de albergar en su historia a cientos de familias que llegaban a conocer las bondades de este “nuevo lugar”.

Las villas veraniegas deleitan con el aire puro, el cielo limpio y la frondosa vegetación.


A pesar de la escasa población estable, el visitante cuenta con todos los servicios: proveedurías, centro de salud, teléfonos, cabañas y campings.


Hoy, además de la misma villa y el dique, distintos atractivos turísticos aparecen en los alrededores de Potrerillos.

Entre estos se encuentran Las Carditas, Las Vegas, Valle del Sol, el famoso Salto y Piedras Blancas, además del pequeño pero encantador centro de esquí Vallecitos y de las curativas aguas de las termas de Cacheuta, otro lugar imperdible cercano a la villa mendocina.


Pero si hay algo que cautiva al visitante, son las innumerables cabañas y alojamientos

que, diseminados en la costa del río, hechizan noche y día con su ronroneo a todo aquel que llegue al lugar buscando un merecido descanso.


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