Pensada desde su origen como una villa de verano, Potrerillos es hoy una de las localidades más interesantes para el turismo que tiene la provincia de Mendoza, a tan solo 70 kilómetros de la capital provincial.
El espejo de agua que lleva el mismo nombre que la villa posee una superficie cercana a las 1.500 hectáreas y tiene un recorrido de 14 kilómetros de largo y casi 3 kilómetros de ancho, que sirven para dar lugar a distintos prestadores turísticos y actividades, entre las que se destacan el rafting, la pesca deportiva de truchas y pejerreyes, el camping y un gran número de actividades al aire libre ideales para toda la familia.
Alrededor del dique Potrerillos, diversos son los emprendimientos turísticos y de alojamiento que tientan a descubrir, ya sea en hoteles, hosterías o cabañas, la belleza y la armonía de esta región mendocina, donde las altas montañas, el valle y los ríos Blanco y Mendoza incitan al visitante a prolongar siempre su estadía.
En sus inicios, Potrerillos fue el lugar elegido por varias familias mendocinas para encontrar la relajación y construyeran algunas casas de fin de semana. Junto a estos primeros pasos turísticos se instaló el Gran Hotel Potrerillos, que por su estilo arquitectónico logró dar que hablar a toda la provincia, además de albergar en su historia a cientos de familias que llegaban a conocer las bondades de este “nuevo lugar”.
Las villas veraniegas deleitan con el aire puro, el cielo limpio y la frondosa vegetación.
A pesar de la escasa población estable, el visitante cuenta con todos los servicios: proveedurías, centro de salud, teléfonos, cabañas y campings.
Hoy, además de la misma villa y el dique, distintos atractivos turísticos aparecen en los alrededores de Potrerillos.
Entre estos se encuentran Las Carditas, Las Vegas, Valle del Sol, el famoso Salto y Piedras Blancas, además del pequeño pero encantador centro de esquí Vallecitos y de las curativas aguas de las termas de Cacheuta, otro lugar imperdible cercano a la villa mendocina.
Pero si hay algo que cautiva al visitante, son las innumerables cabañas y alojamientos
que, diseminados en la costa del río, hechizan noche y día con su ronroneo a todo aquel que llegue al lugar buscando un merecido descanso.
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