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Foto del escritorReinaldo Cernadas

Villa de La Quebrada

Es una localidad del departamento Belgrano, de la provincia de San Luis, Argentina. Se ubica 38 km al norte de la ciudad de San Luis, al pie del Cerro Tinaja. Se accede a través de la Ruta Nacional n°146 o por Ruta Provincial n°3. Altitud Media 841 m s. n. m.

Es reconocida por su celebración anual de la aparición del Santo de la Quebrada Tiene una de las obras de arte en mármol de Carrara (Italia) más importante de Sudamérica, con 62 esculturas en 14 grupos que representan las estaciones del Vía Crucis de Jesús.

Las estatuas a escala muy próxima la medida natural de los personajes, fue esculpida en Pietrasanta por Nicolás Arrighini, en 1949-51 y emplazadas en un cerro en 1952..


Es posible practicar turismo de aventura por la Sierra de San Luis. El plato típico de la zona es Chivito con chanfaina.


Nuestro milagroso Cristo de la Quebrada

Cuenta la historia que una mañana, durante la primera mitad del siglo pasado, don Tomás Alcaraz, fué al bosque en busca de leña y encontró, en el corazón de un algarrobo, un crucifijo resguardado quien sabe por cuánto tiempo, ya que en la zona no hay memoria de que alguien lo perdiera o escondiera en la incipiente cavidad de un árbol en crecimiento.


Este es el primer milagro del Santo Cristo de la Quebrada.


Templo

Desde la Ciudad de San Luis, por Ruta Nacional Nº 146 y por Autopista 25 de Mayo, hacia el norte, a 40 Km., ingresando a la localidad de Villa de la Quebrada, frente a Plaza Lucía Soler, se encuentra el Santuario Nuestro Señor de la Quebrada. Según la tradición lugareña, se dice que el árbol, en el que encontraron la sagrada imagen, estaba en el mismo sitio donde actualmente se emplaza

el templo. Una explanada que empieza al pie de la sierra y en la boca de una extensa quebrada, la cual forma cause al arroyo que concentra el agua de las vertientes de sierra adentro.


Nuestra Señora de la Quebrada

Una pequeña imagen de la Virgen hace compañía proporcionada, a la también pequeña, del Señor de la Quebrada.


Según los expertos en arte colonial que han analizado la imagen, se trata de una réplica de la Inmaculada de Luján y, puede ser que, doblemente centenaria.


De hecho fue encontrada en el año 1968 cerca del antiguo “Camino del Rey” que de Buenos Aires pasaba por Luján, como testimonia su donante Monseñor Eduardo Gloazzo.


Se trata de la misma y única Madre de Nuestro Señor Jesucristo, la dulce y fuerte, la Virgen de Belén y del Calvario.


El vía crucis


Al actual templo le sirven de marco las sierras de San Luis y el Vía Crucis, un grupo de figuras realizadas en mármol de Carrara por Nicolás Arrighini, escultor italiano. El mismo, fué traído a la provincia por monseñor Di Pascuo, e inaugurado el 3 de mayo de 1952.

La peregrinación de los fieles

Desde la ciudad de San Luis no cesan de partir autos y colectivos colmados de gente con rumbo a Villa de la Quebrada.

En la ruta 147 el tránsito es intenso, hasta que la larga caravana llega a la localidad.

El paso cansino de los fieles que fueron caminando parece revitalizarse con la llegada al pueblo.


Sin dudarlo, enfilan para la iglesia que poco a poco se va colmando. Se celebra la misa y el templo está desbordado. La interminable fila de peregrinos avanza lentamente hacia la imagen del Cristo para tomar su gracia. El crucifijo de madera es conservado y protegido dentro de una cruz de hierro forjado con cristales tallados. En el ambiente se respira paz y esperanza. El silencio, sinónimo de respeto, apenas es interrumpido por el murmullo de los rezos. Algunos piden por sus familias, otros por trabajo, por salud, por una casa y hasta por la paz en el mundo. Otros agradecen, se emocionan o le sonríen a la imagen.

A la izquierda del templo se encuentra la primera estación donde se inicia el recorrido por el Vía Crucis. Una cantidad impresionante de personas comienza a transitarlo. Algunos lo hacen descalzos, otros arrodillados y otros a pie mientras rezan y llevan sus rosarios o velas entre manos.


La fe parece mover la montaña en la que se encuentran las 14 imágenes talladas en mármol de carrara que representan los últimos momentos de Jesucristo. Los ojos de los participantes se fijan en la estación más elevada, donde se encuentra la imagen de Jesús crucificado.

En todo el predio parroquial se pusieron grandes parlantes por los que se escucha música sacramental, misa y rezos. Del otro lado de la iglesia, bajo las sombras de un olivo y de un pimiento, tres sacerdotes reciben a quienes buscan confesarse. Allí las personas hablan en voz baja y una paz espiritual inunda el ambiente.


Abuelos, padres, hijos, ancianos y jóvenes, todos participan con gran devoción de la fiesta religiosa. El tiempo parece transcurrir lentamente en este sector de la localidad. Al culminar el recorrido, algunos fieles comienzan a retornar a sus hogares, otros que disponen de más tiempo deciden acampar por la región, esperando que llegue el día siguiente para poder participar de la procesión de la Virgen.

La cantidad de fieles que se congrega todos los años en Villa de la Quebrada ha despertado otro tipo de intereses que poco tienen que ver con lo religioso. Con el pasar de los años, la fiesta del Cristo milagroso comenzó a sumar individuos que se acercan con fines netamente comerciales.

Las calles y veredas que circundan el templo se encuentran repletas de puestos donde se vende absolutamente de todo. En este mercado ambulante se pueden encontrar desde crucifijos, velas y rosarios hasta todo tipo de ropa, artículos del hogar, artículos electrónicos, bijouterie, puestos de comidas y hasta se puede tener un muy lindo recuerdo del paso por el lugar, posando junto a ponys o llamas que se encuentran listas para ser fotografiadas.

El bullicio de la gente se pierde entre la música que se escucha en el ambiente, donde la música popular, como el cuarteto y la cumbia, no cesa de sonar un instante.


Sólo una calle separa al templo – sitio de confesiones y recogimiento – de la fiesta popular que se desarrolla en las calles de Villa de la Quebrada, pero la distancia espiritual entre los que están de un lado y

los que están del otro parece ser de miles de kilómetros.

Los tiempos cambian, la gente cambia, las costumbres también parecen cambiar, pero la fe, a pesar de todo, perdura.

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