Cayastá es una comuna del departamento Garay, provincia de Santa Fe, Argentina. La localidad dista 82 km al norte de la capital de la provincia, sobre la Ruta Provincial 1. Muy cerca de la misma (aproximadamente 1,5 km hacia el sur desde su centro), se encuentran las ruinas de la primitiva Ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, desde su fundación y hasta su traslado por causa de las defensas de los pueblos originarios y de las cíclicas inundaciones. Cayastá fue una reducción mocoví, en 1742.
A poco más de setenta kilómetros al norte de la capital de la provincia, duerme en Santa Fe La Vieja, una ciudad fundada por Juan de Garay. Un lugar con hechizo propio, porque habla de los primeros tiempos de la colonia, del acecho de los aborígenes, del desesperado intento de un grupo de españoles por sobrevivir en un lugar a miles de kilómetros de sus hogares y en gran medida desconocido.
De todo eso y más habla Cayastá (como también se la conoce), fundada por Garay el 15 de noviembre de 1573 y trasladada como capital administrativa en 1660 a lo que hoy es la ciudad de Santa Fe.
Cayastá (cuyo nombre en lengua aborigen significa “puerto final”) es una suerte de cápsula del tiempo magníficamente conservada. Se creó a fines del siglo XVI, se cerró a mediados del siglo XVII y desde entonces permaneció intacta. En el momento de su descubrimiento, conservaba pues información valiosísima sobre la arquitectura y las costumbres y utensilios cotidianos de esos primeros tiempos de convivencia (a veces complicada) entre españoles, criollos y habitantes originarios.
Según contó en una entrevista su descubridor y “desenterrador”, Agustín Zapata Gollán, hacía ya años que los vecinos de la zona tenían indicios de que “algo” estaba sucediendo bajo tierra.
En efecto, para cuando él se pone formalmente a excavar en 1949 ya muchos habitantes de Cayastá y zonas aledañas (en especial el área de quintas
de verdura y fruta) se habían topado, al revolver la tierra, con pequeñas señales: un plato roto, un jarro de forma extraña, pedazos de tejas o estructuras que terminaron siendo las sólidas paredes de las casas coloniales.
Zapata Gollán decidió entonces hacer lo que hacen los héroes o los iluminados: ponerse a trabajar solo o eventualmente con la colaboración de algunos amigos en esa zona que parecía cargada de secretos y en la que él ya sospechaba se había instalado, cuatrocientos años atrás, nada menos que el primer asentamiento español del Río de la Plata.
En efecto, antes que Santa María de los
Buenos Aires, Juan de Garay había fundado una ciudad a imagen y semejanza de otra, española, llamada Santa Fe de Granada. Esta sería su versión latinoamericana y se había llamado Santa Fe, ubicada en su primera versión a orillas de un río demasiado dado a las crecidas.
Con las primeras exploraciones, el investigador se sacó la duda: dio con la planta de una iglesia, con los cuerpos enterrados allí (algunos increíblemente bien conservados), con otros muros y con restos de alfarería típica de Talavera, España, lo que hablaba justamente de esa presencia europea en la zona y desde hacía siglos.
Por casi medio siglo el doctor Zapatalla Gollán trabajó en las más austeras
condiciones, casi sin recursos y finalmente –cuando ya se jubiló- sin sueldo, desenterrado esa ciudad enterrada que se había vuelto su obsesión.
La ciudad de Cayastá- hoy también conocida como “Santa Fe la Vieja”- es una maravilla que merece ser visitada. Medio siglo después de las primeras excavaciones en la zona, el lugar está al cuidado gobierno de la provincia, los trabajos avanzan y el sitio puede ser visitado a lo largo de todo el año, en un horario que va –con o sin corte al mediodía, según qué estación sea- desde la mañana hasta las siete y media de la noche. Se lo conoce como el Parque Arqueológico Santa Fe la Vieja y es ideal para ir con chicos curiosos y amantes de la historia en general. Está ubicado en el 3001 de la Ruta Provincial N 1.
Lo bueno es que hay en el lugar guías altamente capacitados que pueden responder a cualquier pregunta de los viajeros que se lleguen hasta ahí.
Pero, de todas las dudas, la que tal vez ni siquiera ellos puedan responder sea la misma que movió a Agustín Zapata Gollán a tomar la pala en 1949 y comenzar a excavar para terminar encontrándose hasta con los cuerpos de Hernandarias y de Jerónima, su esposa e hija de Juan de
Garay, además de con una ciudad guardada en lo profundo desde el siglo XVI: ¿por qué terminó Cayastá?¿Por qué su vida fue tan breve: apenas 90 años? ¿Qué fue lo que obligó a miles de personas a migrar a kilómetros de allí?
Algunos dicen que el río y sus desbordes, otros hablan de los aborígenes, otros de peleas internas entre los colonizadores y otros también de alguna clase de enfermedad. Sabemos, por lo pronto y en base a las investigaciones realizadas, que muchos de los primitivos habitantes de la ciudad estaban anémicos o tenían
tuberculosis. Asombra, también, los pocos cuerpos de niños que se han enterrado en la Cayastá colonial. ¿Habrá sido eso lo que los expulsó? Cualquiera haya sido la razón de la mudanza, una visita a la zona es parada obligada en un recorrido por Santa Fe.
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