Visitamos el Bosque Petrificado Sarmiento, un paisaje desolador y deslumbrante en el que la soledad de la estepa árida dificulta imaginar un jardín verde y lleno de vida. Miramos sin entender demasiado la gran cantidad de troncos de grandes dimensiones diseminados por el suelo.
Por Mónica Pons
Para comprender el proceso de cómo la materia orgánica se transmuta de madera a roca, nos acercamos a los guardaparques de esta reserva natural. Nuestra primera pregunta fue: “¿Por qué quedaron en ese estado?”. “Esas maderas, que un día fueron saludables coníferas y palmeras, sufrieron los efectos de erupciones volcánicas y asentamiento de cenizas”, fue el inicio de la conversación.
Supimos entonces que al elevarse la cordillera de los Andes en la era Terciaria, impidió el paso del aire húmedo que desde el océano Pacífico llegaba hasta el Atlántico.
Al mismo tiempo, al producirse procesos volcánicos el área sufrió el esparcimiento de cenizas y la absorción, impregnación, sustitución y mutación molecular, sin perder la apariencia externa.
Los científicos aseguran que el clima en ese período era templado y cálido tropical, con un grado de humedad alto.
La reconstrucción se realizó a partir de pequeños granos de polen que ofrecieron información sobre el tipo de vegetación imperante.
Años de estudio de los hallazgos paleontológicos afirman como resultado que las especies primitivas provienen del período Terciario Inferior del Paleoceno y formaban bosques.
La presencia cercana del océano Atlántico aportó la humedad necesaria para que los árboles estuvieran acompañados por lagunas y fauna variada.
En conjunto, el afloramiento de estos troncos petrificados, el paisaje casi lunar que los circunda y el entorno de cerros bajos con múltiples tonalidades forman un escenario muy atractivo que merecía nuestra visita.
La atención que brindamos al lugar y las explicaciones recibidas hicieron que al regresar a casa quisiéramos saber algo más, y buscamos libros y artículos sobre la materia.
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