A pocos kilómetros de San Miguel de Tucumán hay una pequeña localidad llamada Ciudacita, que se conserva como un yacimiento arqueológico de un pueblo inca que se construyó hace más de 400 años.
Quienes visiten el lugar, emplazado a 4.200 metros sobre el nivel del mar, podrán apreciar los restos de las antiguas construcciones, que alguna vez fueron utilizadas como hogar por más de 400 personas.
Es por eso que Ciudacita es un sitio muy especial de la provincia de Tucumán, donde los bellos paisajes montañosos se combinan con la historia de una de las civilizaciones más importantes de América.
Al igual que en muchos otros puntos del actual territorio argentino, los Incas se establecieron en este sector de la provincia de Tucumán con la intención de crear una ciudad funcional y poder abastecerse de los recursos naturales de la zona.
Es por eso que, a mediados del siglo XVII, esta civilización logró fundar Ciudacita: un barrio de 40 metros de ancho por 60 largo que estaba ubicado sobre el filo de una montaña y que, en lengua incaica, se bautizó con el nombre de “Kalasasaya”.
Su objetivo era diseñar un pueblo, con todos los recursos de la época, para mantener una relación con “los hombres del llano” que habitaban en las inmediaciones.
Y, de esta manera, las familias convivieron hasta que se produjo la segunda guerra calchaquí y eso motivó a un abandono masivo del lugar, que en la actualidad está dentro del Parque Nacional Aconquija.
Es por eso que su redescubrimiento científico ocurrió recién en 1949, cuando el profesor Enrique Würschmid reveló la
ubicación e historia de las ruinas, que hasta el momento eran conocidas como el “Pueblo Viejo” por los lugareños.
A pesar de que Ciudacita nunca recibió el ataque de españoles, sus construcciones colapsaron como consecuencia del paso del tiempo, la presencia de animales en la zona y el clima.
Sin embargo, muchas de las estructuras originales se mantienen en pie y, gracias a este factor, expertos han podido estudiarlas en detalle y llegar a la conclusión de que:
Las pircas tienen una altura de un metro.
El pueblo estaba separado en dos sectores: el “Recinto Ceremonial o Kalasasaya” y grupo de “Los Corrales”.
Las antiguas viviendas se construyeron con piedras lajas de color grisáceo.
El pueblo se diseñó con una visión abierta hacia el Este, con la intención de contemplar cada amanecer en directo.
Son ruinas que presentan muchas similitudes con la antigua Fortaleza del Campo Pucará, ubicada en el Valle de Las Estancias
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