En el límite entre San Juan y Chile, en plena Cordillera de los Andes y cerca de los 5 mil metros sobre el nivel del mar, se encuentra el Paso de Agua Negra, un lugar que deslumbra por las extrañas formaciones de hielos eternos, conocidas como penitentes.
El Paso de Agua Negra es una de las tantas fronteras que divide a la Argentina de Chile, y comunica la provincia de San Juan con las ciudades trasandinas de La Serena y Copiapó.
La idea de perforar las montañas y construir un túnel para pasar de uno a otro lado durante todo el año desvela a las autoridades sanjuaninas, quienes planifican llevar a cabo la obra que, a mediano plazo, completará el corredor bioceánico y, en lo inmediato, podrá unir las ciudades de Porto Alegre y Coquimbo.
Este imponente lugar, ubicado a 4700 metros de altura sobre el nivel del mar, no
es sólo un paso fronterizo más sino que atesora en sus altas cumbres unas curiosas y particulares formaciones de hielo conocidas como penitentes.
Es uno de los lugares más sorprendentes de la geografía cuyana. Para llegar hasta allí es necesario arrancar temprano en la mañana, ya que el último puesto de control fronterizo cierra a las seis de la tarde; y si se está realizando un paseo de ida y vuelta, entre paradas técnicas y fotográficas, el viaje puede llevar todo el día.
El trayecto es sencillamente maravilloso.
La camioneta 4x4 zigzaguea por el ripio, dejando una estela de polvo al pasar. Las altas montañas cuyanas dibujan un tapiz de tonos rojizos y amarronados que invitan al viajero a detenerse una y otra vez durante el bellísimo recorrido.
Si la idea es ir para realizar alguna actividad de turismo aventura, como escalar o realizar un trekking por las alturas, es necesaria la aclimatación previa.
Para poder acceder y hacer trekking uno necesita aclimatarse de una a dos noches, dependiendo de la cumbre que se vaya a encarar.
Se puede acampar en Guardia Vieja, donde está el puesto de Gendarmería, o doscientos metros más arriba, donde hay un puesto de vialidad y un refugio que se acondicionó pensando en los amantes de la montaña y en andinistas.
La autorización se pide vía mail o telefónicamente a Vialidad o al Club Andino Mercedario en San Juan. Puede acceder cualquiera y es gratuito”, indica el guía.
Luego de más de dos horas de curvas y contracurvas, de ascenso ininterrumpido, los efectos de la altura se hacen sentir, los oídos se tapan y la cabeza comienza a doler.
Al final, los imponentes penitentes aparecen súbitamente en medio del agreste paisaje cordillerano. Los más desprevenidos quedan descolocados al ver de cerca estas increíbles puntas de hielo.
Enseguida, la camioneta se estaciona al lado de uno de los laberintos de hielo que se corta abruptamente sobre el camino. Hacia abajo se puede avistar otra formación más; y en la montaña al otro lado del estrecho valle, otra más.
El frío allí arriba es cosa seria; la fauna, nula; la vegetación, rala; el viento, helado; el silencio, estremecedor.
El experto andinista trepa las formaciones
resbaladizas y se adentra en el planeta penitente; parece fácil, pero no lo es. El grito de júbilo rebota en el lado chileno y vuelve cual boomerang hacia los penitentes, se pierde en el laberinto de hielo con formas puntiagudas producidas por la erosión del viento y los tibios rayos solares, que ya dejaron de alumbrar y calentar este lado de las montañas.
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