San Juan es una provincia que posee innumerables bellezas para apreciar: los caminos que conducen a la cordillera de los Andes, el incansable desierto que precede a la capital, los numerosos lagos artificiales, los valles fértiles rodeados de ríos o las interminables cuestas, quebradas y pampas que caracterizan la región son sitios que se prestan para la contemplación, el turismo aventura, turismo religioso, la pesca y la historia que vio crecer a este importante destino cuyano.
Basta con abandonar la capital y recorrer unos cuantos kilómetros por sus alrededores para que todo se vaya presentando ante nuestros sentidos.
En esta oportunidad, salimos de la ciudad a través de la ruta 40.
El destino sería un pequeño terruño llamado Huaco, donde el tiempo y la historia parecen haberse detenido para que el visitante logre espiar, casi sin querer, cómo era la vida en la San Juan colonial, con sus casonas de adobe y la vegetación despareja que reúne algarrobos autóctonos con casuarinas y eucaliptos.
El viaje fue una aventura en sí mismo, dado que a medida que avanzábamos por la ruta se fueron presentando diversos paisajes y poblados en los que valió la pena detenerse.
Tras recorrer unos kilómetros, empalmamos la ruta provincial 436 por Talacasto hacia el Alto del Colorado.
La ruta de pavimento y en excelente estado nos condujo sin problemas por la región.
La música andina que sonaba en el
estéreo del auto era el preludio ideal para cuando ingresáramos a la precordillera. Para ese entonces, habíamos dejado atrás las poblaciones de Villucum y Las Crucecitas.
De pronto una interminable pampa color blanco se presentó a un lado del camino. Se trataba del Barreal Blanco, un lago solidificado de una antiquísima cuenca cuyas características lo convirtieron en una excelente pista para la práctica de carrovelismo.
Los constantes vientos que soplan en la zona y la importante presencia del cerro El Mercedario, de 6.770 m.s.n.m., hacen del sitio un lugar ideal para el desarrollo de este deporte no convencional.
Transitamos sobre el barreal y comenzamos a realizar diferentes figuras con las huellas que iba dejando el vehículo que nos transportaba. Luego comenzamos a jugar con nuestra sombra ante aquella inmensidad teñida de blanco.
El paseo continuó y tras dejar aquel accidente natural, pasamos frente a los pueblos de Iglesia y Las Flores para luego empalmar la ruta internacional 150, la cual nos conduciría al lago de la Cuesta de Viento.
Esta nueva ruta es la que comunica la provincia de San Juan con Chile. A través de ella se logra llegar al Paso Internacional Agua Negra para llegar a las ciudades de Vicuña, La Serena o Coquimbo en el país vecino.
A un costado del camino observamos un desvío que conducía a las Termas de Pismanta. Este centro termal invita a tener
una experiencia única y renovadora en sus aguas que se hallan a más de 2.000 m.s.n.m. con temperaturas que oscilan entre los 38 y los 45 º C. Una excelente recomendación para los amantes del turismo salud.
Pronto entramos a una nueva localidad llamada Rodeo, desde donde comenzamos a divisar la Cuesta del Viento junto con su espejo de agua artificial.
Este dique, ubicado sobre el río Jachal, es una importante obra hidroeléctrica y turística para la región. El embalse se convirtió en el sitio elegido por los amantes de los deportes náuticos que visitan San Juan. Todos los años durante el mes de febrero se realiza el Campeonato Internacional de Windsurf sobre estas frías aguas por ser considerado este lugar por los especialistas uno de los mejores sitios que existen en el mundo para la práctica del deporte. Frenar y observar el bello paisaje que circunda al lago artificial es una parada obligatoria.
El viaje continuó por el cañón del río Jachal, el cual recorre un serpenteante camino geológico.
Sobre las murallas naturales se hacen evidentes los plegamientos paleozoicos de hace 60 millones de años, cuando se formó la cordillera.
El río Jachal es un afluente ideal para la práctica de rafting. El paisaje que lo circunda nos dejó sin aliento.
Comenzamos a transitar por la Cuesta de Huaco y su quebrada, donde las montañas adquieren diferentes colores y tonalidades producto de la conformación pétrea de cada una de ellas.
Una paleta de colores se presentó ante nuestros sentidos.
Contemplar aquellas formaciones rocosas fue uno de los momentos más encantadores de la excursión.
En el camino encontramos un nuevo embalse al pasar frente al dique Los Cauquenes. Este lago permite controlar el caudal del río Huaco, que sirve para regar el oasis de igual nombre hacia el este. El lugar es apto para acampar. Desde la ruta, ahora convertida en ripio, apreciamos hermosas vistas panorámicas en distintos miradores que se fueron presentando.
El camino continuó en un pronunciado ascenso. Atravesamos un túnel vial que traspasa la sierra Negra y tras recorrer unos cuantos kilómetros comenzamos a descender hacia el área de cultivo de Huaco.
Tierra por la que transitó el caudillo Chacho Peñaloza, el poblado de Hueco vive especialmente de su producción de cebollas y ajos. Al transitar por sus tranquilas callejuelas, vemos que el apuro en sus habitantes no existe mientras que el tiempo parece haberse detenido en un antiguo cartel oxidado. El nombre “Huaco” es de origen araucano y significa: “hua”, maíz y “co”, agua.
Entre sus atractivos, el poblado cuenta con un molino de piezas de algarrobo negro talladas a mano que remite a la época de los productores de trigo que acarreaban a lomo de mula su cosecha para ser molida en el lugar.
De este terruño sanjuanino surgió el poeta Eusebio del Jesús Dojorti Rocco, más conocido con el seudónimo de Buenaventura Luna, quien se encargó de
dar a conocer al mundo a través de sus coplas y canciones este bello lugar perdido en algún rincón cuyano.
Decidimos detenernos en este poblado que parece una gran familia, donde todos se conocen. Allí conversamos con sus pobladores y aprendimos más sobre el lugar y sus alrededores. El sitio posee un hostel que brinda todos los servicios, llamado Eco-Hostel, donde por las noches se arma guitarreada, se recuerda en las canciones a don Buenaventura Luna y se toma un rico vino sanjuanino.
Recomendamos conocer este circuito turístico; sus paisajes, sus historias y la amabilidad de su gente realmente hacen merecedora la visita.
“Te canto, vallecito, por recordar tus verdes alfalfares, mi huerto en flor, el oro de tus trigos, el manantial y la lejana estrella que reflejó.”
Fuente: Marcelo Sola
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