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Foto del escritorReinaldo Cernadas

La costa riojana

En la ladera oriental de la sierra del Velasco se encuentran diez pintorescas poblaciones que invitan a recorrer sus calles, conocer su historia y sentir la amabilidad de su gente.


Por Marcelo Sola

La noche anterior había refrescado y para nuestra suerte la mañana se presentó totalmente despejada permitiéndonos observar la cima del macizo del Velasco toda nevada. Una verdadera postal para comenzar el día.

Vamos por la ruta provincial Nº 75. Lejos de estar frente al mar o frente a un río de aguas caudalosas, recorreremos la “costa” riojana, un circuito denominado así porque “costea” los cerros que se hallan en su paso, cuyas características principales son la paz imperturbable que los domina todo el tiempo, el singular microclima que invita a estar en contacto con la naturaleza y los diez poblados que

se encuentran a lo largo de este trayecto que, como perlas de un collar, se engarzan uno tras otro invitando a conocer sus historias, sus calles y su gente.

Dejamos atrás la capital riojana y la localidad de Sanagasta y comenzamos a percibir un cambio radical en el clima que nos rodeaba: señal de que estábamos penetrando en la zona que comprende la costa riojana.


A un costado de la ruta se extienden pequeñas llanuras cubiertas por jarillas amarillentas.


Pronto comenzamos a divisar una serie de pueblitos que parecen perdidos en medio de la nada. Álamos, nogales, olivos y pinos denotan la presencia del hombre en el lugar.

Las decenas de casitas ubicadas al pie del cerro Velasco son localidades centenarias que se dedican al cultivo o a la cría de cabras.


Hoy esta zona es considerada un gran atractivo turístico gracias a sus paisajes, a su clima y a sus silencios perpetuos, ideales para el descanso.


Los pueblos del silencio

Las Peñas es el primer poblado que se presenta en nuestro camino, a sólo 55 kilómetros de la capital. Algunas pequeñas casas de adobe sobre peñones de granito ubicadas alrededor de la plaza caracterizan el lugar. Allí se puede visitar la iglesia de San Rafael, construida en 1964 gracias al aporte de los viajeros.


La zona supo basar su economía en la producción de cal. En el pie de la sierra

de Velasco se puede apreciar La Calera, donde se encuentran los hornos que eran utilizados para quemar la cal que luego era comercializada en todo el departamento de Castro Barros.

El recorrido continúa y adelante se encuentra el pueblo de Agua Blanca, con sus calles de tierra, sus siestas largas y sus vinos pendencieros.


Aquí los dulces caseros son el gran atractivo para el visitante.


Antes de partir visitamos la iglesia de San Isidro Labrador y el Bosquecillo, un lugar de ensueño con vertientes naturales, zona

de recreación con pileta, juegos infantiles y la infaltable arboleda.

Ahora la ruta 75 nos lleva hasta Pinchas, un hermoso sitio colmado de frutales, hortalizas y nogales.


Aquí la excusa es visitar los puestos artesanales, donde es posible adquirir tapices de vistosos colores, mantas de llama o vicuña, cestería fina y también dulces regionales.


Cabe destacar que Pinchas es el centro folklórico de la doma riojana en el mes de febrero.

La costa riojana nos va regalando encantadores momentos con cada metro que transitamos.


Conversar con los habitantes de los poblados, escuchar sus historias y comprar sus productos es una experiencia muy agradable.

Chuquis es la próxima población que se presenta en el camino.


La importancia de este destino radica en que aquí se encuentra el solar de Pedro de Castro Barros, quien representó a La Rioja en la Asamblea del año XIII y a la provincia en el Congreso de Tucumán en 1816, cuando se declaró la independencia nacional. Hoy el sitio es un importante museo regional que vale la pena visitar.

Pronto nos encontramos en Aminga, cabecera del departamento de Castro Barros y punto intermedio de este apasionante recorrido.


Aminga luce casonas, quintas y bodegas construidas con altos muros de pircas.


En su plaza principal se encuentra el Mercado Artesanal y al frente la iglesia de

La Merced, que aún conserva las ruinas de su capilla original.

Cabe destacar que esta importante localidad se viste de fiesta todos los 31 de diciembre para celebrar el tradicional Tinkunaco, o “encuentro de los pueblos”, con gran colorido y despliegue.


Una vez más sobre la ruta, alcanzamos a reflexionar sobre la alegría y la tranquilidad que se perciben en el aire de cada una de estas localidades. “Allí, las

casas permanecen abiertas, las bicicletas apoyadas en cualquier tapial sin estar atadas por temor a que las roben y los autos duermen con las llaves puestas…”

Anillaco es la más moderna de las poblaciones que se encuentran en la costa riojana.


A diferencia de las anteriores, posee calles asfaltadas, elegantes casonas y extensos viñedos que invitan a degustar vinos de primer nivel, como así también vinos pateros no menos ricos que los primeros.


Este paraje es el camino hacia una extraña formación rocosa conocida como el Señor de la Peña, donde la naturaleza ha esculpido sobre la piedra al perfil de Jesucristo.

Ideal es visitarlo en Semana Santa junto a la multitud de fieles y promeseros que se dan cita para rendirle culto.


Continuando por la ruta provincial 75, nos encontramos con la localidad de Los Molinos.


Un verdadero encanto de frescura que nutre fincas de nogales, olivos, ciruelos, almendros y membrillos nos da la bienvenida.

En este terruño aún se celebra el tradicional Carnaval de la Plaza, caracterizado por su colorido y alegría.


Adelante nos encontramos con una nueva localidad al pasar frente a Anjullón, que tiene una de las iglesias más lindas de la costa riojana.


Construida en 1896, es de un estilo italianizante.

Además cuenta con un museo sacro en la casa parroquial, donde se puede ver libros y objetos litúrgicos de hace dos siglos.


Siguiendo hacia el norte, se encuentra la población de San Pedro y finalmente llegamos a Santa Vera Cruz, que se encuentra en medio de la montaña.

Esta villa constituye el final del recorrido por la costa riojana.


Antes de regresar sobre nuestras huellas, frenamos especialmente en el Castillo de Dionisio Aizcorbe, que posee sendas zigzagueantes para pasear y una arquitectura cuidadosamente pensada para que sea admirada por las personas que pasan frente al lugar. ¡Prohibido partir sin antes conocer el castillo!

De esta manera culmina el paseo por la costa riojana, un lugar de paz en el que las historias de los pueblos que la componen aguardan la visita del turista para volver a ser contadas.

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