top of page
Foto del escritorReinaldo Cernadas

Herradura (Formosa)

Herradura es una localidad argentina del departamento Laishí, en el sureste de la provincia de Formosa. Se halla en la margen derecha del río Paraguay, contando con concurridos balnearios sobre el mismo.

Se encuentra a unos 40 km de la capital provincial, recorriendo 30 km hacia el Sur por la Ruta Nacional 11 para tomar luego el desvío hacia el este (hacia el río Paraguay) por 10 km más.

Al llegar al puente sobre el Riacho Salado se arriba a la localidad de Herradura, la primera en fundarse en la provincia, cuando aún era territorio del Gran Chaco; después de continuar 4000 metros más por una calle asfaltada se accede al Camping Municipal donde se encuentra la bajada de lanchas y el centro de servicios para quienes deciden conocer el lugar.


El Riacho cruzado con anterioridad es el que alimenta a la laguna (o meandro) con las aguas de lluvia recogidas por éste desde los campos de la zona central de la provincia.

El lugar recibe el nombre por la forma de las aguas toman en torno.


Desde el año 2002, se realiza cada enero la Fiesta Internacional de Pesca de la Corvina de Río y que viste de fiesta a esta hermosa localidad con la presencia de pescadores de otras localidades formoseñas, del norte santafesino, de Corrientes, Chaco, sur de Brasil, Uruguay y

Paraguay, y también congrega a miles de turistas que aprovechan los espectáculos con artistas de nivel local y nacional. Durante los días de la fiesta, el tránsito entre la Villa Turística y la capital es intenso, con un flujo constante de automóviles y turistas.


Camping Chuqui-cué en Herradura

Por Marcelo Sola

Si pasa por las inmediaciones de Herradura, no se sorprenda si ve gente caminando con paraguas abiertos y no llueve. Lo que ocurre es que los rayos solares caen perpendiculares sobre la tierra, y la mejor manera de protegerse de ellos es utilizando esta especie de sombrillas de mano.


En este lugar, ubicado a 44 km al sudeste de la capital formoseña, fue donde decidimos

acampar para sentir los sonidos que la naturaleza encierra en el corazón mismo de las selvas en galería.

Como las alimañas abundan en el sector, resolvimos armar nuestra carpa en el camping Chuqui-cué, que por la limpieza y el orden de su parque, disminuía considerablemente la posibilidad de encontrarnos con ellas.


Chuqui-cué se encuentra a la vera de la laguna que por su forma –de herradura– le da el nombre a la localidad. Miriam y Daniel –dueños del predio– nos recibieron

con gaseosas bien heladas para que “apagáramos” el calor sofocante que sentíamos en el cuerpo, cosa que, además de resultar reparadora, nos hizo dar cuenta que la cordialidad formoseña se encuentra en todas partes.

Una leve brisa nos invitó a sentarnos junto a ellos y a ponernos a conversar sobre el camping, las plantas, los animales de la granja y su historia.


“Cansados de la vorágine diaria, del trajín de la ciudad y de los teléfonos celulares, un día dijimos “basta”, vendimos todo y nos vinimos para Herradura”– nos relata Miriam, mientras que su rostro autoconvencido delata que esa decisión fue una de las más acertadas de sus vidas.

Años atrás, esta zona ya había recibido un asentamiento poblacional a través de una misión jesuítica denominada Misión del Timbó, fundada en 1763 por el padre Martín Dobrizhóffer y habitada por los abipones.


De allí el nombre del camping, ya que “Chuqui” fue un cacique de la tribu que colaboró intensamente con una de esas misiones.


El complejo turístico cuenta con una infraestructura de 15 has, suficientes para disfrutar de una estadía confortable. El contacto con la naturaleza comienza desde la llegada.

Parrilleros, iluminación, leña, sanitarios, vestuarios, cantina con elaboración de comidas típicas, guardería de lanchas, estacionamiento y una arboleda más que envidiable son algunos de los servicios que hacen de Chuqui-cué un lugar para elegir.


Luego de acampar nos dispusimos a recorrer el amplio predio y realizar un tour botánico, intentando reconocer las especies vegetales diseminadas por todo el lugar. Así encontramos timboes, lapachos, guayacanes, ceibos, laureles y gran cantidad flores, ¡un verdadero paraíso ideal para descansar!

Los jóvenes y no tanto, tienen la oportunidad de jugar al fútbol, al voley, pescar o realizar deportes náuticos en la laguna misma.


Para los más pequeños, Chuqui-Cué posee una granja didáctica y educativa colmada de patos, gansos, chanchos, ovejas y gallinas.


Poco a poco fue anocheciendo, el silencio

humano se tornó más intenso, mientras que el natural parecía despertar de una larga siesta. Cerrar los ojos y dejar que el sonido de la selva nos invada es una experiencia alucinante.

Intentar identificar cada uno de los cantos de las aves nocturnas y de los animales es un juego divertido que a veces nos traiciona haciéndonos pensar que un yaguareté puede estar cerca.


Mas allá de que el complejo posea energía eléctrica, es la luna quien se encarga de iluminar todo el predio. Acordes de guitarras, fogones y voces perdidas en la tibia oscuridad se acallan lentamente hasta la mañana siguiente.


Amanecer observando al naciente desde la costa de Herradura es otra postal imposible de perder.


Los anaranjados rayos reflejados sobre las calmas aguas de la laguna incentivan

a despertarse cuanto antes para aprovechar al máximo la estadía.

Cabalgatas, paseos en bicicleta y caminatas por el lugar se apoderan del tiempo.


Al mediodía, luego de un exquisito surubí con salsa criolla cocinado por Miriam, recogemos nuestras cosas, nos despedimos de los dueños del predio y nos retiramos, no sin antes prometernos regresar, ya que llegamos como clientes, pero nos fuimos como amigos.


Partimos de Herradura rumbo a la capital provincial y lo extraño es que perduraban en nuestro interior, como entes legendarios que invadieron nuestro ser, los ruidos de la naturaleza, esos a los que nosotros llamamos los sonidos de la selva.


1 visualización0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page